El británico Tom Sharpe demuestra un talento brillante para ligar unos sucesos con otros y componer una red de malentendidos, atrocidades y estupideces propias de una comedia televisiva o cinematográfica. Sus historias, aderezadas con los personajes más irreverentes que podamos imaginar, nos invitan a reír a carcajadas. Ofrecen al lector todo tipo de conflictos pintorescos y sorprendentes, desde fetichismos descabellados hasta embalsamamientos desproporcionados. Las sátiras más disparatadas y salvajes del autor: Reunión tumultuosa y El bastardo recalcitrante, entre otras, son buena muestra de ello. O Wilt, sin ir más lejos.
Si en la entrada anterior conocíamos la novela que abre esta particular tetralogía, nada mejor para adentrarse en el universo Wilt que analizar las tres aventuras posteriores de nuestro antihéroe: Las tribulaciones de Wilt, ¡Ánimo Wilt! y Wilt no se aclara. En ellas Tom Sharpe demuestra no sólo una capacidad innata para el humor catastrófico, sino una gran solvencia para la crítica. El modus operandi de la policía, el sistema educativo inglés y la sexualidad vuelven a ser objeto de su ironía y sarcasmo.
En Las tribulaciones de Wilt, la segunda novela que narra las peripecias y desdichadas aventuras de este peculiar personaje, nos encontramos, una vez más, ante un inglés blando, cobarde y degenerado, dominado por su mujer, la infatigable Eva, y ahora también, por sus imprevisibles cuatrillizas. Y es que en la obra del autor, las mujeres, en general, aunque carecen de cualquier atractivo físico, gozan de una determinación e iniciativa para la resolución de problemas de la que no disfrutan sus congéneres masculinos, descritos como seres simples, anticuados y anodinos.
En esta ocasión, la vacilante vida de Henry Wilt resulta ser una auténtica caja de sorpresas, que destaca por la cantidad de absurdos, tanto planeados como imprevistos, con que cuenta. En la Escuela Técnica, donde Wilt pasa la mayor parte del tiempo con el fin de esquivar sus responsabilidades como marido y padre, debe enfrentarse a un nuevo y regocijante problema: un alumno ha sodomizado un cocodrilo de juguete por iniciativa de un profesor del centro. Mientras, Eva sigue dedicándose con un fervor vehemente a sus diferentes pasiones alternativas, medicinales, nutritivas y religiosas.
Un día Eva decide alquilar una habitación en la planta alta de la casa a una estudiante alemana y Wilt comienza a padecer los tormentos del amor imposible hasta que descubre que la guapa alemana es una despiadada terrorista internacional. Para empeorar las cosas, el inspector Flint se hace cargo del caso con la esperanza de vengarse del sufrido profesor tras el suceso de la muñeca hinchable.
Al no poder probar su culpabilidad, Flint intentará resarcirse en la tercera novela, titulada ¡Ánimo Wilt!, en la que los lavabos del politécnico son testigo de la muerte por sobredosis de la hija de un distinguido lord británico. Entretanto, para costear los estudios de sus cuatro hijas en una escuela para niños superdotados, Wilt da clases en una base de misiles norteamericanos y en una cárcel cercana. Dedica tanto tiempo al trabajo que se siente sin fuerzas para practicar con su esposa la lujuria nocturna de rigor que ella solicita, así que ésta decide administrarle un potente y horrible afrodisíaco. El ardor sexual de Wilt se descontrola en el peor momento, cuando la base aérea es puesta en estado de alerta por infiltración de un espía soviético.
Como no podía ser de otra manera en la obra de Sharpe, una mujer toma las riendas de la acción en el relato. Se trata de Eva, la rolliza esposa de Wilt, que en esta entrega adquiere un protagonismo especial, muy diferente al que nos tenía acostumbrados.
Si en la entrada anterior conocíamos la novela que abre esta particular tetralogía, nada mejor para adentrarse en el universo Wilt que analizar las tres aventuras posteriores de nuestro antihéroe: Las tribulaciones de Wilt, ¡Ánimo Wilt! y Wilt no se aclara. En ellas Tom Sharpe demuestra no sólo una capacidad innata para el humor catastrófico, sino una gran solvencia para la crítica. El modus operandi de la policía, el sistema educativo inglés y la sexualidad vuelven a ser objeto de su ironía y sarcasmo.
En Las tribulaciones de Wilt, la segunda novela que narra las peripecias y desdichadas aventuras de este peculiar personaje, nos encontramos, una vez más, ante un inglés blando, cobarde y degenerado, dominado por su mujer, la infatigable Eva, y ahora también, por sus imprevisibles cuatrillizas. Y es que en la obra del autor, las mujeres, en general, aunque carecen de cualquier atractivo físico, gozan de una determinación e iniciativa para la resolución de problemas de la que no disfrutan sus congéneres masculinos, descritos como seres simples, anticuados y anodinos.
En esta ocasión, la vacilante vida de Henry Wilt resulta ser una auténtica caja de sorpresas, que destaca por la cantidad de absurdos, tanto planeados como imprevistos, con que cuenta. En la Escuela Técnica, donde Wilt pasa la mayor parte del tiempo con el fin de esquivar sus responsabilidades como marido y padre, debe enfrentarse a un nuevo y regocijante problema: un alumno ha sodomizado un cocodrilo de juguete por iniciativa de un profesor del centro. Mientras, Eva sigue dedicándose con un fervor vehemente a sus diferentes pasiones alternativas, medicinales, nutritivas y religiosas.
Un día Eva decide alquilar una habitación en la planta alta de la casa a una estudiante alemana y Wilt comienza a padecer los tormentos del amor imposible hasta que descubre que la guapa alemana es una despiadada terrorista internacional. Para empeorar las cosas, el inspector Flint se hace cargo del caso con la esperanza de vengarse del sufrido profesor tras el suceso de la muñeca hinchable.
Al no poder probar su culpabilidad, Flint intentará resarcirse en la tercera novela, titulada ¡Ánimo Wilt!, en la que los lavabos del politécnico son testigo de la muerte por sobredosis de la hija de un distinguido lord británico. Entretanto, para costear los estudios de sus cuatro hijas en una escuela para niños superdotados, Wilt da clases en una base de misiles norteamericanos y en una cárcel cercana. Dedica tanto tiempo al trabajo que se siente sin fuerzas para practicar con su esposa la lujuria nocturna de rigor que ella solicita, así que ésta decide administrarle un potente y horrible afrodisíaco. El ardor sexual de Wilt se descontrola en el peor momento, cuando la base aérea es puesta en estado de alerta por infiltración de un espía soviético.
Como no podía ser de otra manera en la obra de Sharpe, una mujer toma las riendas de la acción en el relato. Se trata de Eva, la rolliza esposa de Wilt, que en esta entrega adquiere un protagonismo especial, muy diferente al que nos tenía acostumbrados.