miércoles, 19 de mayo de 2010

Firmin


Dotar a los animales de humanidad no es algo novedoso en el mundo de la ficción. En realidad es algo tremendamente habitual en los dibujos animados. En la literatura, en cambio, no es tan común encontrar animales que interaccionen y sientan como humanos, si exceptuamos las lecturas fantásticas, de ciencia ficción o los cuentos infantiles.


Hace poco descubrí, o mejor dicho, me regalaron, uno de esos libros sencillos que dejan su pequeña huella. No digo pequeña por insignificante, sino por su canijo protagonista: Firmin. Una rata, de las noruegas, más conocidas como ratas de alcantarilla. Y ustedes se preguntarán: ¿una rata de alcantarilla canija? Exacto. Firmin, a diferencia de los de su especie, no se alimentó de carroña y sobras, sino de libros, en el sentido literal, créanme. No había noche en que no hundiera su hocico entre las páginas de un buen tomo. No le importaba el género, si bien es cierto que los hay más indigestos, como los de filosofía o astronomía, y más digeribles. Buen ejemplo de ello son las novelas de caballerías. O insípidos, como los de Jane Austen. No se ofendan. No lo digo yo, lo dice Firmin que de eso sabe un rato.

Quiso el azar que nuestro protagonista naciera en la librería de un barrio deprimido de Boston allá por los años 50. Sobrevivir no fue fácil. Una horda de ratones egoístas, sus hermanos, se abalanzaban día tras día sobre las ubres de su alcohólica madre sin dejar gota de leche. Fueron años difíciles. En el Boston de la época no era fácil llevarse algo digno a la boca, y más si eras una rata. Firmin no tuvo más remedio que acostumbrar su estómago a la tinta y al papel. Y poco a poco pasó de devorar sin sentido páginas y páginas a leerlas, para convertirse en un ratón inteligente.

No crean que es Firmin uno de esos roedores charlatanes y pizpiretas que acostumbran a salir en la gran pantalla como Mickey Mouse, Stuart Little o Remy de Ratatouille (y que conste mi simpatía hacia este último). No, Firmin es diferente. Es un personaje que provoca multitud de sentimientos a lo largo de la historia, desde el cariño, la fraternidad y el desprecio hasta la benevolencia. Es una rata culta y sabia, con problemas, soledades e inquietudes que van desde lo físico hasta lo intelectual. Melancólica y ruda a la vez. Algo humana, al fin y al cabo.

Firmin de Sam Savage es el viaje por los estantes de una extensa biblioteca, es una invitación a la lectura, un pasaje a nuevos universos e historias. Ser Lolita o Quijote por unos instantes. Un libro hecho para adolescentes y adultos. Una manera fácil y didáctica de formar entre el público más joven a nuevos lectores, sugiriéndoles más volúmenes, novelas, temáticas, autores y épocas. Savage busca provocar su curiosidad e intenta hacerles abrir un libro detrás de otro.

Pero no podemos olvidar que Firmin también es una historia crítica y cruel sobre los hombres. Sobre la frialdad, soledad y materialismo que les rodea y su deshumanización. Es una metáfora acerca de cómo el mundo tradicional y primario es devastado en pro del desarrollo. Firmin es más que puro entretenimiento, es reflexión.

miércoles, 21 de abril de 2010

2 días en París.


A las orillas del Sena no todo es amor, romance y sueños de juventud, también hay lugar para situaciones disparatadas, absurdos y paranoias infantiles. 2 días en París (2006) no es la típica comedia romántica a la que nos tiene acostumbrados la cartelera. Es una película sencilla, a la vez que surrealista, repleta de buenas intenciones.


Bajo la influencia del acertado y excéntrico humor woodilianesco, 2 días en París habla del amor defectuoso y auténtico, de la absurda búsqueda del príncipe azul (sueño infantil de la mujer inmadura actual), de las relaciones de pareja, la pérdida de la confianza y la reconciliación. Su protagonista masculino, Jack (Adam Goldberg), es un americano hipocondríaco, desconfiado e irónico. Sólo su aspecto y tatuajes lo alejan del redundante personaje fetiche de Woody Allen. Su antagónica es Marion (Julie Delpy), francesa, tranquila y liberal. La pareja, tras pasar unas vacaciones repletas de malentendidos en Italia, realiza, antes de regresar a Estados Unidos, una pequeña parada en París para recoger al gato de Marion. Se instalan en el minúsculo apartamento de ella, un habitáculo estrafalario y desaliñado que enerva la paciencia de Jack. En la planta baja viven los padres de Marion, a los que Jack todavía no conoce. El choque cultural no se hace de esperar.


La francesa Julie Delpy, guionista y directora de 2 días en París además de actriz, se ríe de si misma y con los suyos. Recurre al tópico parisien, del artista, del pintor y poeta. Reuniones de intelectuales regadas con vino y ostras. Extrañas interpretaciones del arte y visiones contemporáneas del sexo que perturban la rutina de sus protagonistas. Sobre todo la de Jack, que sin hablar francés tiene que lidiar entre ex novios de Marion y taxistas borrachos. Todo es raro, diferente y desesperante para él.


Julie Delpy reconfigura la escena tradicional. Los barrios, callejuelas y mercados cobran un protagonismo especial, encantador y bohemio que sustituye a las habituales imágenes parisinas. Y sus casas, vecinos, gritos, goteras y moho desplazan a los portentosos alojamientos turísticos.

Rodada con sencillez y sin mayores pretensiones, 2 días en París despierta simpatía, transmite frescura y crea un clima de reflexión final. Los ingredientes perfectos para una comedia romántica ‘imperfecta’.

domingo, 7 de marzo de 2010

An education.



La necesidad de evasión, afán y anhelo de buscar lo distinto, lo aristocrático, desemboca, sobre todo, en una especial devoción por París, inspiración y meta de multitud de jóvenes, con su Montmartre y sus cafés. Allí se dan cita un sinfín de escritores, fotógrafos, maestros y artistas, bohemios y dandys. París representa el amor y el erotismo, más allá de lo físico, y así ha sido plasmado en el cine, la poesía y la música, como el concepto de algo bello e inigualable, digno de grandes pasiones y reflexiones, imprescindible, necesario y vital para alcanzar la felicidad.

Es por ello por lo que el cine ya no es sólo un vehículo fugaz y seductor para contar historias, entretener y emocionar, sino una ventana a los barrios, ciudades y países vecinos. Sus calles, gastronomía y gentes se armonizan con la ficción, ofreciendo su mejor cara, la de postal de bellos colores, una imagen seductora, emocionante y conmovedora, donde los amantes pasean al atardecer y los besos son capturados sobre el puente insignia de la ciudad.

Las jóvenes, ávidas de emoción, experiencias y juventud eterna, han idealizado París y la han convertido en la ciudad del amor, ejemplo de pasión por la vida. Y buscan en sus callejuelas encantadas, tenuemente iluminadas, ser descubiertas por un amante trasnochado, paradigma del amor imposible, con el propósito de alcanzar una madurez viva y decidida.


Y bajo el destacado influjo de la literatura y las artes se desarrolla An Education (2009) de Lone Scherfig, una novedosa e interesante propuesta cinematográfica que aporta aire puro a la fatigosa cartelera actual. An Education nos transporta a las pasiones y entelequias propias de una adolescencia curiosa e insensata, a las fantasías y ensueños de madurez, de la mano de la brillante estudiante de 16 años Jenny (Carey Mulligan), una joven que se debate entre dos mundos opuestos en el marco de una sociedad en constante renovación, la de los 60, en la que la mujer comienza a despuntar y acceder a nuevos roles sociales hasta ahora reservados al hombre. Así, Jenny pretende estudiar literatura en Oxford, viajar a París, hablar francés y fumar cigarrillos a las orillas del Sena, en un ejercicio de exaltación de la cultura que idolatra y admira.

Es entonces cuando conoce a David (Meter Sarsgaard), un hombre maduro que satisfará las quimeras y ensoñaciones de juventud de Jenny con cenas elegantes, subastas de arte y viajes, envolviéndola en un halo de simulada madurez y vanidad y apartándola de su idea de ir a la Universidad, pues todo aquello que ambicionaba ya lo disfruta sin esfuerzo alguno.


El escritor británico Nick Hornby es el autor del guión de An Education, basada en el libro de Lynn Barber del mismo nombre. Es, sin duda, una película deliciosa de principio a fin gracias, entre otras cosas, a la banda sonora, en la que se suceden atractivas y fascinantes melodías como Sous le ciel de Paris de Juliette Greco o la desgarradora voz de Duffy en Smoke without fire, así como a una estética y una fotografía exquisita, tremendamente cuidadas. Destaca también la maravillosa y sorprendente interpretación de Carey Mulligan (Premio Bafta a la Mejor Actriz).

Imprescindible.

viernes, 26 de febrero de 2010

Si la cosa funciona.



Si la cosa funciona (Whatever works, 2009) significó el regreso de Woody Allen a los escenarios neoyorquinos recuperando la esencia de la ciudad, esa vorágine que lo cambia todo y que parece no tener vuelta atrás. El ambiente ruidoso y ciertamente desquiciante de la Gran Manzana parece empatarse con sus personajes. Inconfundibles. Los de siempre. Los de Allen. Su protagonista Boris Yellnikof (Larry David), un profesor universitario misántropo, hipocondríaco, suicida y malhumorado, rescata la personalidad del eterno Woody Allen llevado al extremo de su propia existencia. Junto a él, Melodie (Evan Rachel Wood), una jovencísima chica del sur, ávida de experiencias, que escapa de casa con una maleta repleta de curiosidad y optimismo y los padres de ésta, un matrimonio antediluviano, reprimido, cercado por las circunstancias del lugar donde les tocó vivir, en busca de una nueva oportunidad. Todos ellos configuran este particular cuadro cinematográfico sobre las relaciones sociales y personales que sin mayores pretensiones que, aparentemente, las de entretener, nos regala una reflexión acerca de nosotros mismos, nuestras expectativas, deseos y las de los demás.

Para Woody Allen el hecho de que algo funcione ya parece colmar las expectativas de la eterna, y en ocasiones, decepcionante, búsqueda de la felicidad que el cine, el arte y las letras han introducido en nuestro imaginario colectivo provocándonos un extraña frustración irremediable. En cambio, en Si la cosa funciona los fracasos, errores, desatinos y absurdos de nuestra vida consiguen perder valor gracias a la ironía tan característica de las películas de Woody Allen, donde la diferencia de edad en la pareja, la homosexualidad y los ménage à trois adquieren un matiz diferente, dotándolos de algo entrañable y divertido.

lunes, 22 de febrero de 2010

Las últimas miradas.


El hombre mira a su alrededor. Entra en el baño. Se lava las manos. El jabón huele a violetas. Cuando ajusta la canilla, el agua sigue goteando. Se seca. Coloca la toalla en el lado izquierdo del toallero: el derecho es el de su mujer. Cierra la puerta del baño para no oír el goteo. Otra vez en el dormitorio. Se pone una camisa limpia: es de puño francés. Hay que buscar los gemelos. La pared está empapelada con dibujos de pastorcitas y pastorcitos. Algunas parejas desaparecen debajo de un cuadro que reproduce Los amantes de Picasso, pero más allá, donde el marco de la puerta corta un costado del papel, muchos pastorcitos se quedan solos, sin sus compañeras. Pasa al estudio. Se detiene ante el escritorio. Cada uno de los cajones de ese mueble grande como un edificio es una casa donde viven cosas. En una de esas cajas las cuchillas de la tijera deben de seguir odiándoles como siempre. Con la mano acaricia el lomo de sus libros. Un escarabajo que cayó de espaldas sobre el estante agita desesperadamente sus patitas. Lo endereza con un lápiz. Son las cuatro del la tarde. Pasa al vestíbulo. Las cortinas son rojas. En la parte donde les da el Sol, el rojo se suaviza en un rosado. Ya a punto de llegar a la puerta de salida se da vuelta. Mira a dos sillas enfrentadas que parecen estar discutiendo ¡todavía! Sale. Baja las escaleras. Cuenta quince escalones. ¿No eran catorce? Casi se vuelve para contarlos de nuevo pero ya no tiene importancia. Nada tiene importancia. Se cruza a la acera de enfrente y antes de dirigirse hacia la comisaría mira la ventana de su propio dormitorio. Allí dentro ha dejado a su mujer con un puñal clavado en el corazón.

Enrique Anderson Imbert.

domingo, 3 de enero de 2010

Lea, lea... que es gratis.


No veo nada. Resulta difícil moverse entre el tumulto. Navidad. Puede ser cualquier centro comercial. Planta Baja. Sección de juguetes. Por los altavoces es probable que esté sonando un artista nacional o internacional de éxito. Es irreconocible. Las voces, el constante ir y venir de carros, una niña vivaracha y feliz que canta villancicos, dos matrimonios que parecen discutir quién se lleva el último juguete de la estantería.

Intento abrirme paso. ¡Qué calor! Me duelen los pies. ¡Malditos tacones! Pasillo 5. Juegos de mesa. No, no está. Da igual. No voy a buscarlo. Salgamos de aquí. Por ahí. Electro-hogar.

Señoras a la derecha. A la izquierda, más pasillos. Un carro que se cruza. Un anciano perdido parece buscar una cara familiar que le pueda acompañar a un lugar más tranquilo. Todo recto. No puedo continuar. Un grupo de mujeres se arremolina junto a lo que parece una cafetera. No, no está George Clooney.

El vocerío es incesante. Una chica joven hace cafés en el pequeño electrodoméstico. Es el nuevo modelo. Ya a la venta. Lineal. Rojo. Negro. Las cápsulas utilizadas se acumulan en un lateral junto a los vasos usados. Pañuelos. Servilletas. Manchas de café. Señoras que estiran su cuello para ver mejor. Cadenas de oro. Su turno. Alguien se ha colado.

Han pasado tan sólo unos segundos. Una eternidad. El rumor se vuelve apabullante. ¿Qué ocurre? La gente comienza a perder su identidad propia. Todos me parecen iguales. No distingo entre chaquetas de plumas y abrigos de piel, entre tintes rubios y cobrizos. El grupo crece por momentos. Los carros son abandonados a su suerte.

Cafés gratis. Muestra comercial creo que lo llaman los publicistas y expertos en marketing. Pruébelo, es gratuito. Cómprelo. No encontrará estas fiestas nada mejor. Regálelo. Regáleselo. No importa. Sólo cómprelo.

- ¿Antonia, no te dijo el médico que no podías tomar café?
- Mujer, un día es un día.

Quiero alejarme. Los brazos se alargan. Varias manos, seis, quizá siete, luchan por abrirse paso y alcanzar un café. Un estimulante sin coste alguno. ¿Está bueno? No les da tiempo a degustarlo. Lo ingieren con prontitud. Quema. No importa. Es gratis. Quizá vayan a por otro, les ha sabido a poco. Ya que es gratis.

¿Qué tendrá esa palabra que hace perder los estribos de ese modo a algunas personas? Dejan a un lado su integridad para acaparar con enormes ansias, a montones si es preciso, todo aquello que se ofrece bajo la etiqueta de gratuito. No importa la identidad y coste del regalo. Tampoco importa si lo necesitas o no. Caramelos, pasteles, panfletos, bolígrafos, un póster, la gorra de un partido político al que nunca pensó votar. Todo vale, si es gratis.

Estoy a salvo. Escaleras mecánicas. Sótano. El caos queda arriba. Pienso, luego existo.

lunes, 9 de marzo de 2009

Wilt: el irreverente personaje de Sharpe (Tercera Parte)


El humor catastrófico, accidental y ácido del novelista británico Tom Sharpe sigue ganando miles de adeptos en todo el mundo desde hace décadas. En la estupenda edición Compactos de Anagrama podemos encontrar los catorce títulos que conforman la obra del octogenario escritor.

En sus cuarenta años como narrador, Sharpe ha sabido trasladar al papel los absurdos de la sociedad que ha vivido. Ha caricaturizado a la humanidad y ha llevado a sus personajes al límite con el fin de provocar en el lector una carcajada inmediata, al tiempo que nos ha demostrado que en nuestras ciudades, universidades u hogares pueden sucederse, de la noche a la mañana, todo tipo de situaciones surrealistas e inverosímiles producto de la ineficacia de las leyes, la estricta burocracia, los anticuados principios y, sobre todo, la estupidez humana.

Ancianos desencantados con la vida moderna, esposas desesperadas y hombres algo bobalicones, limitados e ineptos sexuales son los protagonistas de novelas tan disparatadas como Zafarrancho en Cambridge, El temible Blott, Reunión Tumultuosa o Wilt, entre otras.

Las fatídicas aventuras y peripecias de este último, marido desencantado y padre desquiciado, tienen su punto y final, hasta la fecha, en Wilt no se aclara (2004), novela que cierra la tetralogía sobre el personaje más popular de Sharpe. Sin menospreciar al resto.

En Wilt no se aclara la proximidad de las vacaciones se convierte para Henry Wilt en una auténtica pesadilla. Si ya es ardua la tarea de controlar las salidas de tono de los profesores de la escuela politécnica, más dura es la labor de entretener y cuidar de sus cuatro hijas y convivir con su inmensa y combativa esposa Eva, que desea pasar el período estival en casa de unos acaudalados y retrógrados familiares estadounidenses. Pero Wilt quiere soledad, tranquilidad y caminar por una arcádica Inglaterra. Así que cada uno tomará direcciones diferentes. Lo que no puede prever nuestro protagonista es que en su retiro espiritual se cruzarán pirómanos y sadomasoquistas. Mientras que Eva y las niñas viajarán en el mismo avión que Sol Campito, traficante de las drogas más vanguardistas.

En esta ocasión, las cuatrillizas cobran un protagonismo especial, relegando a Wilt a un segundo plano, gracias a sus salidas de tono con el religioso y conservador matrimonio sin hijos Immelmann, tíos de Eva, a los que ésta pretende impresionar para que al morir dejen su fortuna a las pequeñas Wilt. Las conversaciones sobre sexualidad y sodomía se suceden a un ritmo vertiginoso en un clima antediluviano idóneo para provocar el malentendido, la burla y el sarcasmo. Tom Sharpe muestra, con su ilimitada imaginación y su sentido del humor, la doble moral americana, como ya hiciera en La gran pesquisa (1977).

Wilt no se aclara es una novela imprescindible en el universo de este fracasado personaje, que provoca en sus lectores y asiduos comprensión y empatía. Y es que las novelas de Sharpe no están tan lejos de la realidad como puede parecer, tan sólo un poco alteradas.

martes, 18 de noviembre de 2008

Wilt: el irreverente personaje de Sharpe (Segunda Parte)


El británico Tom Sharpe demuestra un talento brillante para ligar unos sucesos con otros y componer una red de malentendidos, atrocidades y estupideces propias de una comedia televisiva o cinematográfica. Sus historias, aderezadas con los personajes más irreverentes que podamos imaginar, nos invitan a reír a carcajadas. Ofrecen al lector todo tipo de conflictos pintorescos y sorprendentes, desde fetichismos descabellados hasta embalsamamientos desproporcionados. Las sátiras más disparatadas y salvajes del autor: Reunión tumultuosa y El bastardo recalcitrante, entre otras, son buena muestra de ello. O Wilt, sin ir más lejos.

Si en la entrada anterior conocíamos la novela que abre esta particular tetralogía, nada mejor para adentrarse en el universo Wilt que analizar las tres aventuras posteriores de nuestro antihéroe: Las tribulaciones de Wilt, ¡Ánimo Wilt! y Wilt no se aclara. En ellas Tom Sharpe demuestra no sólo una capacidad innata para el humor catastrófico, sino una gran solvencia para la crítica. El modus operandi de la policía, el sistema educativo inglés y la sexualidad vuelven a ser objeto de su ironía y sarcasmo.

En Las tribulaciones de Wilt, la segunda novela que narra las peripecias y desdichadas aventuras de este peculiar personaje, nos encontramos, una vez más, ante un inglés blando, cobarde y degenerado, dominado por su mujer, la infatigable Eva, y ahora también, por sus imprevisibles cuatrillizas. Y es que en la obra del autor, las mujeres, en general, aunque carecen de cualquier atractivo físico, gozan de una determinación e iniciativa para la resolución de problemas de la que no disfrutan sus congéneres masculinos, descritos como seres simples, anticuados y anodinos.

En esta ocasión, la vacilante vida de Henry Wilt resulta ser una auténtica caja de sorpresas, que destaca por la cantidad de absurdos, tanto planeados como imprevistos, con que cuenta. En la Escuela Técnica, donde Wilt pasa la mayor parte del tiempo con el fin de esquivar sus responsabilidades como marido y padre, debe enfrentarse a un nuevo y regocijante problema: un alumno ha sodomizado un cocodrilo de juguete por iniciativa de un profesor del centro. Mientras, Eva sigue dedicándose con un fervor vehemente a sus diferentes pasiones alternativas, medicinales, nutritivas y religiosas.

Un día Eva decide alquilar una habitación en la planta alta de la casa a una estudiante alemana y Wilt comienza a padecer los tormentos del amor imposible hasta que descubre que la guapa alemana es una despiadada terrorista internacional. Para empeorar las cosas, el inspector Flint se hace cargo del caso con la esperanza de vengarse del sufrido profesor tras el suceso de la muñeca hinchable.

Al no poder probar su culpabilidad, Flint intentará resarcirse en la tercera novela, titulada ¡Ánimo Wilt!, en la que los lavabos del politécnico son testigo de la muerte por sobredosis de la hija de un distinguido lord británico. Entretanto, para costear los estudios de sus cuatro hijas en una escuela para niños superdotados, Wilt da clases en una base de misiles norteamericanos y en una cárcel cercana. Dedica tanto tiempo al trabajo que se siente sin fuerzas para practicar con su esposa la lujuria nocturna de rigor que ella solicita, así que ésta decide administrarle un potente y horrible afrodisíaco. El ardor sexual de Wilt se descontrola en el peor momento, cuando la base aérea es puesta en estado de alerta por infiltración de un espía soviético.

Como no podía ser de otra manera en la obra de Sharpe, una mujer toma las riendas de la acción en el relato. Se trata de Eva, la rolliza esposa de Wilt, que en esta entrega adquiere un protagonismo especial, muy diferente al que nos tenía acostumbrados.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Wilt: el irreverente personaje de Sharpe (Primera Parte)


Uno de mis escritores favoritos es Tom Sharpe, al que rindo homenaje en esta bitácora no sólo dedicándole unas líneas sino dándole a mi nueva aventura en la blogosfera el título de una de sus divertidas obras, Una dama en apuros. El octogenario novelista británico, afincado en la Costa Brava, presume de ser uno de los autores que más hace reír de nuestros días. Sus novelas, repletas de disparatadas escenas, sorprendentes conflictos y situaciones extremas como la inolvidable explosión de doscientos cincuenta preservativos inflados de gas natural en Zafarrancho en Cambridge o el procedimiento utilizado por Lockhart Flawse para desalojar a sus vecinos en El bastardo recalcitrante, nos ayudan a hacernos una idea de cuan lejos puede llegar la endiablada imaginación del autor, que además aprovecha la mínima oportunidad para lanzar un ataque al sistema educativo inglés, desacreditar a la policía o realizar una feroz crítica de la política del país.

La peculiar galería de personajes de Sharpe alberga retratos de voluminosas mujeres de fuerte carácter, hombres necios y absolutamente tarados y caballeros ingleses ligados firmemente a las costumbres del pasado. Pero su personaje más afamado y extravagante es Wilt, envuelto en un aura de imprudencia y torpeza que hace de él uno de los antihéroes de la literatura más relevantes de los últimos años.

Las aventuras de Henry Wilt se dividen en cuatro novelas. La primera, publicada en 1976 bajo el título de Wilt a secas es una comedia singular, fresca, de ritmo frenético y lectura rápida. En ella, Sharpe nos presenta a un profesor de humanidades de un centro de formación profesional totalmente desmotivado. Sus alumnos -fontaneros, instaladores de gas...- no parecen muy entusiasmados con la idea de asistir a sus clases. Mientras, su esposa Eva se entrega con absoluta dedicación a cualquier actividad o moda pasajera que aparezca en el barrio: yoga, meditación trascendental, alfarería o reciclaje orgánico. Ante este panorama, Wilt sólo puede concebir una vida propia sin las inquietudes de Eva. Así que cada día, cuando saca a pasear al perro, imagina diferentes formas de asesinarla.

La llegada de unos nuevos vecinos bastante inusuales, que proclaman la liberación sexual de la mujer, tienen todo un arsenal de juguetes eróticos y utilizan expresiones tan jugosas como nene pene, ninfomaníaca o chupar las tetillas, trastocará la monotonía de la pareja. Un día, Eva desaparece y en las inmediaciones de la escuela, donde trabaja el desafortunado profesor protagonista, la policía halla, bajo toneladas de hormigón, una muñeca hinchable vestida con la ropa de la señora Wilt. Un cúmulo de casualidades sin sentido hace que Wilt sea considerado el principal sospechoso.

Uno de los textos más desternillantes que nos ofrece el autor en esta obra lo encontramos en el interrogatorio. Surrealista, divertido y absurdo.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Fabulosa Vicky Cristina Barcelona



Woody Allen es uno de los directores de cine más prolíficos que podemos encontrar en el panorama actual. Con una periodicidad casi anual nos ofrece nuevos y divertidos guiones. Inteligentes y reflexivos. Una vez superada con nota alta su etapa londinense (Match Point, Scoop y Cassandra´s Dream), Allen recuperó el favor de la crítica y público estadounidense con Vicky Cristina Barcelona (2008).

Rebecca Hall y Scarlett Johanson interpretan a Vicky y Cristina, dos jóvenes americanas que llegan a Barcelona con propósitos diferentes. El personaje interpretado por Rebecca Hall, Vicky, está preparando una tesis sobre la cultura catalana. Es una mujer tradicional y está comprometida. Mientras, su gran amiga Cristina prefiere las relaciones pasionales y vehementes. Una noche, el carismático y seductor pintor Juan Antonio (Javier Bardem) las invita a pasar un fin de semana en Oviedo, desencadenando un lío amoroso poco convencional.


El cineasta neoyorquino retrata a una clase alta atormentada por las dudas, en busca de nuevas experiencias en contradicción con la aparente moralidad de su entorno -la cómoda y monótona existencia junto al marido o la bohemia y seductora nueva vida con el amante-. Las preguntas sobre el sentido de la vida y las relaciones de pareja se suceden, como en sus anteriores películas, entre salones perfectamente decorados y salas de arte, en compañía de incipientes escritores, pintores y actores de teatro. Ambientes lujosos, charlas regadas con buen vino y una fotografía cálida y sugerente.



Pero el plato fuerte y chistoso de esta historia nos lo sirve, bajo una imagen de chiflada y neurasténica, Penélope Cruz, que interpreta a la temperamental, visceral y trastornada ex mujer de Juan Antonio. Papel que le valió el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria en 2009. La aparición de Pe en escena aporta un nuevo ritmo a la cinta gracias a los desequilibrios que sufre el personaje, demente y frágil. Inseguro y vacilante ante la búsqueda de una experiencia sentimental plena.


Parece imposible rodar esta tórrida historia en otro lugar que no sea Barcelona, brillante y cálida bajo la influencia de la luz del Mediterráneo. Los espacios abiertos y colores de Oviedo también resultan irremplazables. Las Ramblas y la arquitectura de Gaudí se suceden con un ritmo y una rapidez casi mágica de la mano del director de fotografía Javier Aguirresarobe.

En la banda sonora encontramos desde la desenfadada y pegadiza canción Barcelona de Giulia y los Tellarini hasta seductoras melodías flamencas como Entre dos Aguas de Paco de Lucía o Asturias de Juan Quesada. Fascinante e insinuante resulta también Big Brother de The Stephane Wrembel Trio.