viernes, 26 de septiembre de 2008

Wilt: el irreverente personaje de Sharpe (Primera Parte)


Uno de mis escritores favoritos es Tom Sharpe, al que rindo homenaje en esta bitácora no sólo dedicándole unas líneas sino dándole a mi nueva aventura en la blogosfera el título de una de sus divertidas obras, Una dama en apuros. El octogenario novelista británico, afincado en la Costa Brava, presume de ser uno de los autores que más hace reír de nuestros días. Sus novelas, repletas de disparatadas escenas, sorprendentes conflictos y situaciones extremas como la inolvidable explosión de doscientos cincuenta preservativos inflados de gas natural en Zafarrancho en Cambridge o el procedimiento utilizado por Lockhart Flawse para desalojar a sus vecinos en El bastardo recalcitrante, nos ayudan a hacernos una idea de cuan lejos puede llegar la endiablada imaginación del autor, que además aprovecha la mínima oportunidad para lanzar un ataque al sistema educativo inglés, desacreditar a la policía o realizar una feroz crítica de la política del país.

La peculiar galería de personajes de Sharpe alberga retratos de voluminosas mujeres de fuerte carácter, hombres necios y absolutamente tarados y caballeros ingleses ligados firmemente a las costumbres del pasado. Pero su personaje más afamado y extravagante es Wilt, envuelto en un aura de imprudencia y torpeza que hace de él uno de los antihéroes de la literatura más relevantes de los últimos años.

Las aventuras de Henry Wilt se dividen en cuatro novelas. La primera, publicada en 1976 bajo el título de Wilt a secas es una comedia singular, fresca, de ritmo frenético y lectura rápida. En ella, Sharpe nos presenta a un profesor de humanidades de un centro de formación profesional totalmente desmotivado. Sus alumnos -fontaneros, instaladores de gas...- no parecen muy entusiasmados con la idea de asistir a sus clases. Mientras, su esposa Eva se entrega con absoluta dedicación a cualquier actividad o moda pasajera que aparezca en el barrio: yoga, meditación trascendental, alfarería o reciclaje orgánico. Ante este panorama, Wilt sólo puede concebir una vida propia sin las inquietudes de Eva. Así que cada día, cuando saca a pasear al perro, imagina diferentes formas de asesinarla.

La llegada de unos nuevos vecinos bastante inusuales, que proclaman la liberación sexual de la mujer, tienen todo un arsenal de juguetes eróticos y utilizan expresiones tan jugosas como nene pene, ninfomaníaca o chupar las tetillas, trastocará la monotonía de la pareja. Un día, Eva desaparece y en las inmediaciones de la escuela, donde trabaja el desafortunado profesor protagonista, la policía halla, bajo toneladas de hormigón, una muñeca hinchable vestida con la ropa de la señora Wilt. Un cúmulo de casualidades sin sentido hace que Wilt sea considerado el principal sospechoso.

Uno de los textos más desternillantes que nos ofrece el autor en esta obra lo encontramos en el interrogatorio. Surrealista, divertido y absurdo.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Fabulosa Vicky Cristina Barcelona



Woody Allen es uno de los directores de cine más prolíficos que podemos encontrar en el panorama actual. Con una periodicidad casi anual nos ofrece nuevos y divertidos guiones. Inteligentes y reflexivos. Una vez superada con nota alta su etapa londinense (Match Point, Scoop y Cassandra´s Dream), Allen recuperó el favor de la crítica y público estadounidense con Vicky Cristina Barcelona (2008).

Rebecca Hall y Scarlett Johanson interpretan a Vicky y Cristina, dos jóvenes americanas que llegan a Barcelona con propósitos diferentes. El personaje interpretado por Rebecca Hall, Vicky, está preparando una tesis sobre la cultura catalana. Es una mujer tradicional y está comprometida. Mientras, su gran amiga Cristina prefiere las relaciones pasionales y vehementes. Una noche, el carismático y seductor pintor Juan Antonio (Javier Bardem) las invita a pasar un fin de semana en Oviedo, desencadenando un lío amoroso poco convencional.


El cineasta neoyorquino retrata a una clase alta atormentada por las dudas, en busca de nuevas experiencias en contradicción con la aparente moralidad de su entorno -la cómoda y monótona existencia junto al marido o la bohemia y seductora nueva vida con el amante-. Las preguntas sobre el sentido de la vida y las relaciones de pareja se suceden, como en sus anteriores películas, entre salones perfectamente decorados y salas de arte, en compañía de incipientes escritores, pintores y actores de teatro. Ambientes lujosos, charlas regadas con buen vino y una fotografía cálida y sugerente.



Pero el plato fuerte y chistoso de esta historia nos lo sirve, bajo una imagen de chiflada y neurasténica, Penélope Cruz, que interpreta a la temperamental, visceral y trastornada ex mujer de Juan Antonio. Papel que le valió el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria en 2009. La aparición de Pe en escena aporta un nuevo ritmo a la cinta gracias a los desequilibrios que sufre el personaje, demente y frágil. Inseguro y vacilante ante la búsqueda de una experiencia sentimental plena.


Parece imposible rodar esta tórrida historia en otro lugar que no sea Barcelona, brillante y cálida bajo la influencia de la luz del Mediterráneo. Los espacios abiertos y colores de Oviedo también resultan irremplazables. Las Ramblas y la arquitectura de Gaudí se suceden con un ritmo y una rapidez casi mágica de la mano del director de fotografía Javier Aguirresarobe.

En la banda sonora encontramos desde la desenfadada y pegadiza canción Barcelona de Giulia y los Tellarini hasta seductoras melodías flamencas como Entre dos Aguas de Paco de Lucía o Asturias de Juan Quesada. Fascinante e insinuante resulta también Big Brother de The Stephane Wrembel Trio.

martes, 23 de septiembre de 2008

Los olores y sonidos de la España dominguera



Si una persona quiere aprender multitud de insultos lo mejor es que acuda a un partido de fútbol. Y es que España es un país de contrastes. Las instituciones y organismos nacionales se esfuerzan en intentar vender, a través de eventos y programas turísticos, una imagen de modernidad y progreso: España ha dejado atrás sus años grises para alcanzar el ritmo y la prosperidad europea a contrarreloj. Las grandes marcas internacionales abren nuevas sucursales en nuestras calles, pero la realidad es muy diferente. Detrás de la imagen cosmopolita de catálogo y revista de viajes, encontramos pequeños barrios degradados con montañas de escombros olvidados de alguna obra realizada años antes. Al mismo tiempo un amplio porcentaje de la población nos recuerda que seguimos viviendo en la España de la charanga y pandereta, donde hay un Bar Manolo en cada esquina y los vocablos malsonantes son la mejor forma de saludar al prójimo.

A principios de junio fui a ver un partido de tercera división a la Ciudad Deportiva del Valencia C.F. en Paterna. Para llegar hasta allí debes recorrer una carretera estrecha de curvas y cuestas, donde no existe siquiera una línea que separe los dos sentidos de circulación. Tampoco hay arcén, así que es frecuente compartir la calzada con peatones despreocupados, que marchan a sus anchas en modo excursionista. (¿Por qué en España la gente camina por la zona reservada para vehículos y en vez de apartarse siguen su curso tranquilamente o se hacen a un lado con paso lento y malos modos?) En definitiva, resulta incomprensible que un club de fútbol de primera división que maneja millones de euros en publicidad y subvenciones permita que exista una vía de acceso a sus instalaciones de tales características. Sobretodo si tenemos en cuenta que sus futbolistas conducen potentes deportivos a más de cien kilómetros por hora.

Una vez allí, conocí los olores y sonidos de la España dominguera. Los aficionados se colocaban en sus puestos provistos de los víveres esenciales de una jornada futbolera: bocadillo de embutido, acompañado de patatas con ali-oli y cerveza. El partido, Valencia B Mestalla - Real Ávila, prometía ser interesante y reñido, así que fueron muchos los que se acercaron hasta allí. Incluido un grupo de abulenses que demostraron gran deportividad, sentido del humor y saber estar.

Entre los espectadores valencianistas destacaba un hombre que decidí bautizar como "el Roberto Cavalli de mercadillo", prototipo del aficionado español maleducado y bruto, que se crece ante las risas de sus camaradas. Huele a rancio, viste camiseta negra bastante desgastada con un dragón estampado y restos de caspa, vaqueros ceñidos y cinturón de piel de cocodrilo. Todo resulta ser imitación de marcas de postín. Adorna sus manos con varios sellos de oro. Este personaje típico de la cultura nacional carga contra los jugadores, el entrenador y los árbitros sin motivos aparentes, desde los primeros minutos de juego, mientras insta a sus congéneres a animar al Valencia con aplausos a destiempo y voces que se pierden en el campo.

No escatima en improperios e injurias, víctima de un fanatismo desproporcionado, nada recomendable, que le impide reconocer el buen juego del contrincante o los fallos defensivos propios. Las actuaciones de este tipo de personas deslucen una campechana mañana futbolística, donde no había calidad, pero sí muy buenas intenciones por parte del equipo abulense. El Real Ávila ganó 0-2, pese a ello no consiguió clasificarse en la lucha por el ascenso a Segunda B.

lunes, 22 de septiembre de 2008

¡Bienvenido!


Si buscas un lugar donde literatura, cine y cultura se dan la mano con el día a día, has entrado en el lugar adecuado. Una dama en apuros nace como un espacio de debate en el que tú también eres el protagonista.